Ojos
indefinibles, ojos grandes,
como el
cielo y el mar hondos y puros,
ojos como
las selvas de los Andes:
misteriosos
fantásticos y oscuros.
Ojos en
cuyas místicas ojeras
se ve el
rastro de incógnitos pesares,
cual se ve
en la aridez de las riberas
la huella de
las ondas de los mares.
Miradme con
amor, eternamente,
ojos de
melancólicas pupilas,
ojos que
semejáis bajo su frente,
pozos de
aguas profundas y tranquilas.
Miradme con
amor, ojos divinos,
que adornáis
como soles su cabeza,
y, encima de
sus labios purpurinos,
parecéis dos
abismos de tristeza.
Miradme con
amor, fúlgidos ojos,
y cuando
muera yo, que os amo tanto
verted sobre
mis lívidos despojos,
el dulce
manantial de vuestro llanto.
Julio Flórez Rea
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